como una amenaza constantemente.
Por: Aníbal Ortizpozo
“ yo voto,
tú votas, él se abstiene,
nosotros no
tenemos ni voz ni voto,
vosotros
cometéis fraude
ellos
saltan la talanquera” OP
Las
constituciones de nuestras naciones, aprobadas por la mayoría de sus
ciudadanos, ordenan a través de una legislación precisa, quiénes deben ser las
autoridades encargadas de velar por el cumplimiento de la Ley Electoral.
Generalmente es un Consejo Supremo Electoral que actúa como poder
independiente, además norma dirige y supervisa, cómo debe realizarse el proceso
y cuáles son las penalizaciones ante posibles irregularidades.
Pero
lo que no se ha considerado, es que las personas encargadas de
realizar el proceso: presidentes de mesas, miembros y testigos, policías o
militares armados, encargados de la seguridad en el Centro de Votación o fuera
de él, observadores nacionales y extranjeros etc.…todos tienen en su corazoncito,
preferencia por un candidato y que en la medida que puedan, harán en forma
encubierta todo lo que esté a su alcance para favorecerlo y lograr su elección.
Lo paradojal es que aún sabiéndolo, los convocamos y conminamos a que
actúen el papel de árbitros imparciales y al finalizar los
comicios exclamamos sorprendidos “¡Oh …¿cómo pudo suceder?…” ante actos
comprobados de cohecho durante el proceso electoral.
Las buenas
y las malas palabras en la política electoral de hace 50 años, siempre están vigentes,
han sido altamente satirizadas como la tradicional jaladera de mecate de
los candidatos, que se sigue haciendo casa por casa, abrazando y besando
viejitas. Las palabras golpistas y golpismo lo
afirma con humor Ángel Rosemblat, “el golpe es la más vieja
tradición, el venezolano baila el golpe, silba un golpe y se encuentra con la
novia a golpe de seis. De todos los golpes el más pesado es el Golpe
de Estado y por más malos que hayan sido los golpistas del joropo,
eran bastante menos temibles que los golpistas de hoy”.
Las
palabras permanecen junto a la práctica política, según Rosemblat, en uno de
sus libros : “…en el año 1958 todo el mundo (en Venezuela) habla de una
“candidatura extra-partido”, la expresión es realmente insólita, aunque anuncia
una aspiración muy clara, un candidato a la Presidencia de la República que
esté fuera de los partidos, que no pertenezca a ninguno de ellos, gran
aspiración aunque parece difícil de lograr” y continúa refiriéndose
a términos de uso electoral de ese tiempo, como “planchas prioritarias” en vez
de “ listas de candidatos”. Al respecto escribe, “se cuenta de un horrible
percance de una señora que, en un vuelo internacional, empezó a gritar
despavorida que se había tragado la plancha y los otros pasajeros que solo
conocían la de alizar la ropa, la miraban con ansiosa incredulidad. Ojalá
nuestras planchas electorales no se parezcan en nada a esa dos planchas de
nuestra venerable tradición lingüística.”
Las malas
palabras, usadas en los períodos electorales más recientes, corresponden a
invenciones, sobrenombres generalmente descalificadores que pasan a formar
parte del “argot
político popular venezolano” y se usan a modo de insulto descalificador
agresivo: demócrata oportunista, demagogo, panfleto, mentiroso mayor,
tierrúo, pobre tipo, golpista, escuálido, gobiernero, majunche, familiocrático,
oficialista, esbirro, rojorojito, pitiyanqui, palangrista, peculador,
burócrata, pesetero, etc. Por ello la sátira popular afirma que
“a un
militar en guerra, sólo lo supera un político en campaña” (...) sigue
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